En la calle de
San Juan número 36, se encuentra esta
formidable frontera al edificio de Telefónica.
Su apariencia externa es isabelina, fruto de
la renovación que en 1859 realizara la familia
Otaolaurruchi, como revela su cancela, esconde
una magnífica casa de tipología barroca
consolidada en el siglo XVIII, a tenor del
apogeo de la familia que la habitó: los Eón
del Porte.
Se reconoce su
fachada por tener cinco huecos en el bajo y en
el alto, siendo estos últimos caracterizados
por tener en la bandeja de sus cierros
extremos y, en sus balcones, unos juegos de
labradas ménsulas; y enmarcados con molduras
en varios relieves. Como nota curiosa,
resalta una pequeña placa de mármol donde se
indica “Kº-24”, o sea los veinticuatro
kilómetros que desde la Oficina de Correos de
Jerez mediaba a la de Sanlúcar, pues esta casa
también albergó otra Posta en su bajo, a mitad
del pasado siglo.
La plata es
rectangular imperfecta, con lado ancho en la
fachada -23,60 m.- y largo de 41, 70 m., mide
una superficie de 962 metros cuadrados.
Al traspasar
la puerta de librillos y el portón nos
encontramos con una casa-puerta ricamente
decorada: zócalo, techo de escayola pintado y
marco de la cancela con hermosas enjutas. El
patio principal de grandes dimensiones (242
metros cuadrados) gira alrededor de cuatro
galerías soportadas con columnas y arcos de
medio punto, y en su centro una sencilla pero
bonita fuente. Quizás sea de los patios
domésticos sanluqueños mejor planteado, y tan
noble como los claustrales, si bien la
solería levantada y puesta de nuevo en las
obras recientes de mármol o no es la
original, pues según tradición era de Carrara,
o es la misma pero tan pulimentada que ha
perdido la pátina de su antigüedad. Tras el
patio había un pequeño jardín, con cierres de
puertas de librillo, que iluminaba la parte
trasera de la casa, donde en el alto solía
estar el comedor y la cocina, recibiendo el
haz de luz del que carecía el solar por detrás
al no llegar a la otra calle o al no hacer
esquina. Actualmente esta pavimentado y se ha
instalado una piscina.

Pero la
categoría de la casa estriba en la abundancia
de artesonados, tanto en los salones como en
los dormitorios y otras estancias, y por
supuesto en el techo de la escalera -sin
balaustrada- y suelo de prestancia, que el
actual propietario ha restaurado con esmero.
Bastante se asemeja al estilo mudejar de la
techumbre de la Iglesia de la O y de la
Trinidad, que en pocas casas hoy se conservan
(Casas en Bolsa-Carril-Almacén, y estrecha de
Santo Domingo), propias de comerciantes con
América e importadores de madera, cuya época
dorada fue desde el punto de vista de la
carpintería en el siglo XVII sobre todo, y
XVIII, donde florecieron prolíficamente en
nuestra iglesias los retablos barrocos. Del
mismo modo y sin menoscabo, que la producción
de toneles y cajas de roble americano para el
traslado de mercancías.

Por el
Catastro de 1752, tenemos referencia de esta
casa como propiedad de la Capellanía que fundó
Catalina Romero Eón del Porte en el Colegio de
la Santísima Trinidad. Compuesta de alto y
bajo medía 24 varas de frente y 41 de fondo
(la vara equivale 83, 59 cm.). Lindaba por una
parte con casas del Convento de madre e Dios y
por la otra con la de Félix Martínez de
Espinosa. Su arrendamiento anual se estimaba
en 1.820 reales. Contenía también una bodega
de 1.800 arrobas, valorada en 450 reales de
renta anual por arrendamiento; y un granero
con cabida para mil fanegas de trigo con renta
anual de 250 reales. Dos censos gravaban la
finca: uno por un capital de 33.000 reales a
favor del convento de los mercedarios y otro
de 3000 a favor de la Esclavitud de Ntra. Sra.
de los Dolores.
Según el
Registro de la Propiedad, en inscripción de
1866, dicha casa estaba gravada con 19.400
reales de capital para satisfacer por cada año
de rédito, por una parte 312 reales para la
aplicación de cincuenta y dos misas rezadas a
seis reales cada una, que debían de celebrarse
todos los viernes en el altar de N. S. de los
Dolores dela iglesia de la Trinidad; y por
otra parte 260 reales cuyo fin era comprar
seis arrobas de aceite para la luz diaria del
dicho altar. En 1898 quedó redimido el censo
sobre la finca procedente de la capellanía
fundada por Catalina Romero Eón del Porte, que
en pesetas eran 4.850 de capital, y renta
anual de 145, pagándose a las “Arcas del
Erario Arzobispal”.

Los Eón del Porte
Los primeros
vestigios de la familia Eón del Porte aparecen
en el siglo XVI, si bien con distinta grafía,
ya que el apellido de origen extranjero irá
transformándose con el paso del tiempo hasta
adaptarse al castellano. En 1540 Pedro Jançe
solicitaba permiso al Cabildo para traer e
instalar en Sanlúcar un molino de viento,
obteniendo la licencia. La escritura de compra
de una casa situada en la calle de la Bolsa
(Casa de Vila) en 1588 por Juan Yansen y la
propiedad de la misma hasta la muerte de
Catalina Eón del Porte nos descubre no sólo la
evolución del apellido y su genealogía, sino
el origen flamenco y el oficio de mercader de
aquel, quien se mencionará también como Juan
Yanse Holporte.
Otros
documentos del Archivo de la Hermandad de la
Santa Caridad y Pobres Desamparados, en cuya
institución revirtieron los bienes de los Eón
al extinguirse la familia, muestran sus
propiedades (véase la obra de M. Toribio),
apareciendo el nombre de Juan Yansengolpant,
Juan Yanse Golpant o las casa en calle Angosta
de Juan de Monte (actual calle Capillita) y
títulos de un solar y de una casa en la calle
Montes y Osbucar (Bolsa-Capillita) comprada
por el capitán Juan Eón del Porte en 1682.
Curiosamente según Padrón Ducal de 1647, viven
en la calle de la Bolsa Juan Hanze Olporte,
mercader francés, y también Francisco Heón,
mercader alemán. La razón del cambio de
nacionalidad no sabemos si por capricho o
conveniencia, o por cambios en el mapa
político-histórico de Flandes. Los emigrantes
de Flandes además de dar nombre a una calle en
Sanlúcar, calle de los Flamencos (actual
Baños); según Moreno Ollero, se dedicaban en
la Alta Edad Media al comercio de objetos:
cuentas de ámbar, cofres dorados, escribanías
doradas, cuchillos, espejos, dedales,
costureros, cordones, rosarios…etc.
Del mercadeo
con estos productos menudos, los mercaderes
más avezados saltarían al comercio de mayor
escala con América, caso de esta familia de
los Eón del Porte, muy rica en el siglo XVII,
reconocida su hidalguía y con el privilegio de
mayorazgo.

Varios
miembros de esta familia reseña el historiador
Velázquez Gaztelu en su “Catálogo…” publicado
en 1760. Guillermo Eón del Porte colaboró con
otros franceses al costo de la capilla de San
Luis en los franciscanos de Cádiz y en ella
aparece una inscripción con su nombre, lo que
indica una relación con esa ciudad casi seguro
que de índole comercial. Su hermano Francisco,
también francés, fue reconocido como hidalgo
en 1641 –que conlleva la exención de pagar el
impuesto de pechos, y el gravado sobre la
carne-, tuvo cuatro hijos de los cuales el
capitán Juan además de desempeñar el cargo de
regidor en 1678, vinculó sus bienes creando un
mayorazgo con una serie de casas, cortijos,
viñas, olivares, tierra calma y censos a favor
del Hospicio de la Santa Caridad “para
mantener seis camas de incurables preferidos
los que fueran de esta ciudad” y que entraría
en vigor si sus legítimos herederos morían sin
descendencia directa. Así que lo poseyeron
cuatro hijos de su hermana Ana y del capitán
Juan Díaz Romero: el capitán Jerónimo Díaz
Romero Eón del Porte, caballero de la Orden de
Santiago, regidor perpetuo (1705) y castellano
del fuerte de San Salvador; Juan José;
Francisco, licenciado, clérigo y predicador
del rey y que en 1721 testó a favor del
Hospicio para construir una enfermería, con
anterioridad ya había sido su bienhechor.
Desemboca el mayorazgo en su hermana Catalina
Agustina Díaz Romero Eón del Porte, que aun
contrayendo dos matrimonios muere sin sucesión
en 1744: primero con el jerezano caballero de
Calatrava y regidor perpetuo de Sanlúcar
Alvaro Nuñez Cabeza de Vaca; y en segundas
nupcias con el Aguacil Mayor de la Real
Cancillería de Granada, Felipe Recaño. Además
aporta otros bienes distintos a los del
mayorazgo, tanto los heredados de sus hermanos
con el fin de realizar distintas obras pías,
como los suyos que cumplieron semejante
misión. A la Iglesia de la O, no sólo donó una
colgadura de brocatel, sino el dinero con el
que se costeó la custodia de pedrería que hoy
se luce el la procesión del Corpus.
Detrás del
altar mayor de la iglesia de los Desamparados,
en la sacristía, una lápida rememora el
enterramiento de los Eón. También en el techo
de la misma aparece policromado sobre la
crucería de yeso el blasón de tan ilustre
familia.
Esta casa de
la calle San Juan debió construirse por esta
familia en el último tercio del siglo XVII,
uniendo varios solares pequeños pertenecientes
a modestas familias, tal vez cuando la casa
matriz de la calle Bolsa les resultó
insuficiente. Tras ser desamortizada del
Hospital, en 1866 pasa a Carolina
Otaolaurruchi Rodríguez, hija del vasco
fundador en Sanlúcar de esta saga bodeguera:
Antonio Otaolaurruchi y Goti; hasta que por
1947 al morir Carolina Otaola Munilla, la
adquiere María Gómez Porras, viuda de Manuel
García Monge, fundador junto a sus
inteligentísimos hijos, en el segundo tercio
del siglo pasado, de la empresa bodeguera que
lleva su nombre, hoy extinta, que dio la
popular manzanilla “Pipiola”.
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