Aula Gerión apoya el arreglo de las cubiertas del
convento de las Hermanas de la Cruz pues, gracias a
la función benéfico-social que llevan a cabo
estas religiosas cotidianamente, se ha
salvaguardado hasta hoy este destacado edificio del
Patrimonio Arquitectónico sanluqueño. La ayuda
que ahora requiere el estado del convento es una
excelente ocasión para estimular la generosidad de
constructores e instituciones públicas.
Este caserío de los siglos XVII y XVIII, sin
descartar la presencia de elementos pertenecientes
a centurias anteriores, formaba originalmente un
ángulo recto que se abría hacia la actual plaza
de Sor Ángela de la Cruz. Su estructura mantiene
la fisonomía de las típicas casas de comerciantes
con América: dos plantas cubiertas con tejado a
dos aguas; una portada apilastrada sobre la que
asienta el balcón principal, al cual se añadió
un tejaroz que, aunque propio del barroco,
pertenece ya a la corriente neobarroca del
historicismo sevillano (principios del siglo XX).
Los pequeños huecos de ventanas cerradas con
forjados indican la cercanía al Siglo de Oro. Y,
en el vértice del ángulo que forman las dos
crujías, se alza a escasa altura una bonita torre
mirador cubierta a cuatro aguas.
El inmueble que hoy ocupa el convento se encuentra
catalogado en el PGOU con un nivel de protección
Global (B-66), mientras que la edificación,
antiguamente unificada a la anterior de la que no
desmerece, aparece sin embargo con un grado de
protección menor o parcial (C-121). En base a este
grado de protección, es de esperar que las
cubiertas del convento se reconstruyan tal como
estaban las antiguas, con todos sus materiales
tradicionales y acabados de teja curva.
En la partición testamentaria de Andrés
Respaldiza Veraza, alavés establecido en Sanlúcar
como Ayudante Mayor de los voluntarios realistas
para abortar el trienio liberal, quedó dividida
esta finca, siendo sus sucesores los que vendieron
las cinco sextas partes a favor de la Compañía de
la Cruz, a finales de 1909, estando representada
esta institución por su superiora y fundadora
Ángeles Guerrero González. El pago quedó
establecido en tres anualidades, haciéndose
solidario de éste Francisco Picazo Núñez,
destacado bienhechor que ya había fundado en 1900
una fonda popular para pobres y menesterosos en el
carril de San Diego, junto al Picacho, la cual fue
llamada de San Vicente de Paúl, además de traer a
Sanlúcar a los Hermanos de la Salle, que se
instalaron en la calle Trabajadero.
La fundación de las Hermanas de la Cruz en
Sanlúcar había sido solicitada por el jesuita P.
Tarín. Finalmente, el convento fue inaugurado el
31 de Agosto de 1909, cuando Sor Ángela de la Cruz
contaba sesenta y tres años. Sobre esta fundación
sanluqueña, las "Crónicas" del
Instituto cuentan: Mucho tiempo hacía que se
estaba gestionando una fundación en Sanlúcar de
Barrameda (Cádiz)... Interesándose en ella,
escribió a nuestra Madre una breve, pero expresiva
carta el entonces famoso misionero jesuita
Reverendo Padre Tarín, que empieza con estas
palabras: "Cuánto ama este pobre ministro del
Señor la Compañía de las Hermanas de la Cruz,
consta a V. R. por este deseo que tengo de que sea
conocida en todo el mundo". Y después de
manifestar el gusto con que vería la fundación de
Sanlúcar y que el Señor Don Francisco Picazo
estaba dispuesto a no perdonar gasto ni diligencia
para conseguirla...
De esta forma se produjo la llegada discreta de las
hermanas, limpieza general, arreglo humilde del
Oratorio con botes de cristal llenos de arena para
las flores y las velas, confesión general con el
P. Tarín en los Escolapios y misa inaugural en la
casa nueva con diez hermanas, que adoptaron como
protector a San Pedro de Alcántara. Sor Ángela
disfrutó antes de marchar a Sevilla con las
primeras obras de esta casa:
El primer enfermo que visitaron fue uno que vivía
en las afueras de la población, al cual las mandó
Don Francisco, era un pobre obrero con ocho hijos,
que de resultas de una mojada, por salvar al más
pequeño que se le cayó en una alberca, cogió un
catarro de mal género que a la larga degeneró en
tuberculosis y se encontraba en sumo desamparo y
necesidad. Las Hermanas lo visitaron mucho tiempo
diariamente, procurándole alimentos, medicinas y
cuantas comodidades le pudieron proporcionar; se
llevaron a tres de las hijas pequeñas, dejándole
a la mayor para que le ayudara a la madre;
colocaron a los niños y se ganaron de tal modo el
afecto de toda la familia, que el enfermo recibió
antes de morir todos los auxilios espirituales con
gran deseo de su alma y edificación de los
presentes, y la mujer y los hijos han conservado
inviolable el agradecimiento y cariño a las
Hermanas.
Desde entonces las Hermanas de la Cruz vienen
ejerciendo en Sanlúcar una callada e inestimable
labor con los más necesitados. Ahora, entre todos,
es buen momento de dar las gracias.
