Aula Gerión

Asociación para la defensa del Patrimonio Histórico - Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)


 

  

 

LA ALMONA

 

 


Luisa Isabel  Álvarez de Toledo

 

 

Fue fabrica de jabón. La actividad está documentada en Sanlúcar, desde el siglo XVI, pero el edificio es posterior. De finales del siglo XVII o principios del XVIII. La época no le resta  importancia. Es instalación industrial, de las que quedan pocas. De no ser destruido, hubiese sido curiosidad que atrajese a los turistas. Los que faltarán al hotel que se construye, si Sanlúcar pierde el poco carácter que le queda.

Se destruyó la fabrica de “nieve”, de principios del siglo XVII,  que conservaba sus galerías  y estructura; se destruyó la aduana, que estaba en la Plaza de los Cisnes; se desfiguró la Cuesta de Belén y se destruyeron cientos de casas, hasta conseguir que apenas quede rincón, que preserve el encanto del conjunto.

El Presidente del Consejo Económico Europeo insistió. Sanlúcar  tenía un capital que debía conservar para explotarlo. Se lo repitió al alcalde, que prometió escucharle. Este año vienen los Secretarios del Consejo Económico, porque les hablaron de la  belleza de Sanlúcar. Les será difícil encontrarla. En un año, la ciudad se ha vulgarizado. En lugar de la belleza de lo antiguo, único e irremplazable, encontrarán la vulgaridad del pastiche. 

La industria del turismo es cada año más competitiva. Y los turistas más exigentes. Amplían su horizonte y eligen. Buscan paisajes urbanos y naturales singulares. Lo que no pueden encontrar en otra parte. Nadie da un paso para contemplar vulgaridades.

Sanlúcar tenía patrimonio sobrado, para retener al turista por espacio de semanas. Pero lo han destrozado deprisa. Pronto se dará la paradoja de que habiendo multiplicado las plazas hoteleras, con destino a los visitantes, no habrá qué visitar. Un puñado de iglesias y un palacio, se liquidan en una mañana. Bodega incluida.

Si hubiésemos apostado por conservar ese patrimonio, que el auge del turismo cultural, hace cada día más rentable, sabríamos que conservación y restauración,  procuran más puestos de trabajo y más estables, que destruir para construir.

Pero esa conservación no es posible, sin ayuda de los caudales públicos. No es justo penalizar al propietario de edificio, singular por sí o por formar parte de un conjunto,  obligándolo a conservar lo que a todos nos beneficia, con cargo a su peculio.

Si hubiésemos sumado a la ayuda económica,  la idea que permite hacer rentable el edificio singular, sin desfigurarlo y mucho menos destruirlo,  hoy Sanlúcar  sería lugar de visita obligada, como empieza a serlo Jerez.

Pero la destrucción a que asistimos en estos meses, de prisas por ser final de legislatura, me hace temer que llegamos demasiado tarde. Puestos a destruir, han desfigurado hasta la Calzada. De manera definitiva, porque las entradas del parking rompieron la perspectiva.

Sin embargo valdría la pena preservar lo que queda. Y sobre todo, sacudirnos esa ignorancia, que nos lleva a cambiar la dignidad por la esclavitud del dinero.

 

 


 

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